En un mundo donde los coches no son solo medios de transporte, sino extensiones de nuestra personalidad, el tuning automovilístico emerge como una forma de arte sobre ruedas. Imagina un vehículo que no solo acelera con ferocidad, sino que también gira cabezas en cada semáforo: luces LED parpadeantes, llantas relucientes y un rugido que susurra promesas de velocidad. El tuning, esa práctica de personalizar autos para potenciar su estética y rendimiento, ha trascendido las pistas de carreras para convertirse en un fenómeno cultural global. Desde los garajes improvisados de los años 80 hasta los salones internacionales de hoy, el tuning representa libertad, creatividad y un desafío constante a lo convencional.



